literature

Fluff conquista el mundo Cap1-Lectura solo

Deviation Actions

Paumol's avatar
By
Published:
671 Views

Literature Text

CAPITULO 1


     El trabajo de Ososcar era fácil: no dejar que nadie se metiera en el almacén del Gran Comedero. Con su tamaño, su pelaje verde oscuro y  su uniforme de seguridad era suficiente para intimidar a la mayoría, y en caso de que eso no bastara una mirada de sus pequeños ojos amarillos podía ahuyentar hasta a un elefante. Estaba orgulloso de su mirada amenazante, la ensayaba todas las mañanas frente al espejo del baño, y no terminaba hasta que lograba asustarse a sí mismo.

     Por eso cuando los mendigos llegaban a intentar llevarse algo que se caía de los camiones de carga de alimentos él estaba ahí, patrullando la zona, el gran Ososcar al que todos le temen.

     Una noche alguien se acercó a él, mientras custodiaba la entrada para empleados luego de que acabaran de meter una nueva dotación de alimento. Como de costumbre interpuso su voluminoso cuerpo de barril entre la puerta y el insignificante mendigo, una criaturilla cubierta por una capa y capucha de tela gastada.

     El mendigo se detuvo frente a él, sin descubrir su rostro. No parecía atemorizado de estar frente a alguien cuatro veces más grande que podía hacerle trizas sin ningún esfuerzo.

     - ¿Qué buscas? – Preguntó el guardia con su voz grabe de oso.

     - ¿Tiene algunas sobras para alguien que se muere de hambre? – Dijo una vocecilla frágil y aguda.

     Ososcar había trabajado de guardia del almacén del Gran Comedero el tiempo suficiente como para endurecer su corazón osuno. Ya no bastaban las suplicas para conmoverlo, ni siquiera si se trataba de una niña. Intentó ahuyentarla con la mirada amenazante, pero ella continuaba con la cabeza agachada.

     - No – Contestó, esperando que levantara la vista y luego se fuera con el rabo entre las piernas. Pero no lo hizo. La capucha le tapaba la cara.

    - Por favor – Insistió.

 Ososcar se movió en su lugar, incomodo.

    - ¿Puedes… puedes levantar la cabeza? – Preguntó, y en su mente añadió “no puedo asustarte si no me miras”

     La mendiga así lo hizo y se quitó la capucha.

     Ososcar entendió porque era tan pequeña, no era una niña, era un roedor, parecía una chinchilla o una ratona aunque no estaba del todo seguro. Su pelaje era azul y sus orejas grandes como platos. A la altura de su cuello tenía algo que Ososcar le pareció algodón, una melena blanca y esponjosa. Pero lo que le llamó la atención eran sus ojos, dos enormes faros celestes que lo miraban como si fueran los de un cachorrito inocente. La chica le enseñó una sonrisita. Ososcar se puso nervioso ¿Por qué no le temía? Debía estar corriendo.

     Arrugó aún más las cejas, su mirada aumentó en ferocidad. Como respuesta la roedora aumentó la lindura de sus ojos, cargados de brillitos adorables. La batalla de miradas se prolongó por casi veinte segundos, en el que ninguno parpadeo.

     - ¿Por favor? – Repitió ella, con una vocecita melodiosa.

     Ososcar emitió un bufido de resignación y abrió la puerta que tenía a sus espaldas para buscar algunas sobras.

     - Me estoy poniendo viejo – Murmuró con fastidio. Pero sabía reconocer la derrota, además no era ningún monstruo, siempre tenía cerca una caja con sobras para esos casos de verdad tristes que lograban traspasar la coraza de su corazón.

     Pero en este caso no era por piedad. La roedora no le temía, y eso daba escalofríos. Le daría algo para que se largara y lo dejara en paz.

Pero al regresar con las sobras, ya no estaba.

 

     El plan marchaba a la perfección. Pero Fluff ya lo sabía incluso antes de trazar el plan. Su lindura era un arma infalible. Corrió dentro del área de empleados, dejando muy atrás a la bola de pelos gigante que pretendía asustarla con sus ojitos bizcos color pipí.

     Avanzaba por los pasillos con escurridiza agilidad roedora, ocultándose dentro de una caja o debajo de alguna mesa cada vez que alguien se acercaba.

     Pateó una puerta y contempló el otro lado. Ahí estaba, el almacén del Gran Comedero. Era gigantesco y estaba repleto por cordilleras de cajas y contenedores metálicos. Decenas de miles de animales venían al Gran Comedero todos los días, el lugar tenía kilómetros de diámetro y alimentaba a cientos de miles todos los días. Muchos dependían de ese lugar para su día a día.

     Y ahora iba a destruirlo.

     Estuvo a punto de soltar una carcajada, pero se contuvo. Pasó por la puerta, las cerró, y entonces si se puso a reír como un una bruja con ataques de histeria.

     Se quitó la capa sucia, dejando al descubierto unas ropas más a su medida.

Llevaba puesta una musculosa color salmón, junto a unos pantalones cortos de un gastado marrón pálido.

     Corrió a cuatro patas entre las montañas de cajas. Subió a la más alta y miró al techo, buscando la trampilla que había visto en los mapas que había robado. Cuando la encontró saltó con todas sus fuerzas y se aferró al cable de una de las lámparas de luz. Se columpió de atrás para adelante hasta ganar suficiente impulso.

     Entonces se soltó, voló hasta la trampilla dando vueltas, y al sujetarla esta se abrió. Sosteniéndose de una mano sacó una linterna, la encendió y apunto al cielo. Casi al instante una figura se dejó caer, antes de alcanzar el suelo extendió unas alas membranosas tan blancas como la nieve. Fluff se soltó y aterrizó con destreza sobre una caja al lado del recién llegado.

  - ¿Estás listo Obadt? – Le preguntó.

  A diferencia de ella, Obadt era bastante alto. Un murciélago delgado y de pelaje blanco, cuya camisa y pantalones de color negro contrastaban con su pelaje. A diferencia de otros de su clase, tenía orejas más grandes, y un único ojo redondo cubierto de cuatro pliegues triangulares que formaban los parpados.

     Obadt abrió los parpados como si fueran los pétalos de una flor espeluznante y miró a su compañera, enfocándola con las tres pupilas alargadas que resplandecían como pequeñas brazas.

    - Ummh… ¿Cuál es el plan? – Le preguntó.

    - ¡Ya te lo dije! – Gruñó Fluff.

    - Eh… no lo hiciste –Replicó Obadt - Solo me dijiste que hiciera lo que tú me dijeras.

    - ¡No hay tiempo para esto!

 Escucharon que alguien se aproximaba. Se ocultaron detrás de unas cajas.

    - Son los empleados, vienen a buscar alimentos… o tal vez nos vieron – dijo Fluff con un tono algo paranoico – Tal vez nos están buscando a nosotros, ¡tal vez es la policía! ¡O el ejército! – Farfulló agarrándose las orejas – Tenemos que ser rápidos.

Hundió la mano en su melena esponjosa y sacó un montón de papeles arrugados.

    - Escribí todo el plan en caso de que no lo entendieras. Tienes treinta segundos para leerlo. Luego cómetelo – Fluff asomó la cabeza al escuchar como los pasos se alejaban - ¡llegó la hora! – Dijo con determinación, poniéndose de pie y apretando los puños – ¡El primer paso para conquistar el mundo comienza ahora!

 

     El plan fue un desastre. Salió tan mal que hasta aquellas personas que ni siquiera estaban en el lugar sintieron vergüenza ajena cuando se enteraron de lo ocurrido, varios días después. Se contarían anécdotas y se inventarían chistes sobre la chinchilla maniática que había asaltado el Gran Comedero. Alguien en la FurNet incluso pensaba hacer camisetas sobre el nuevo personaje viral.

 

La Ratonera era un hogar y a la vez una base de operaciones escondida en las profundidades de las viejas alcantarillas. Aunque las paredes de ladrillos oscuros y la forma semicircular de las paredes y el techo recodaban constantemente que ese sitio era una cloaca en desuso, las luces de docenas de lámparas, los cuadros pintados a mano, las cortinas, tapices y muebles viejos hacían que el lugar casi pareciera acogedor.

     La puerta principal de La Ratonera, que antes solía ser una vieja trampa para ratones, se abrió de golpe. Fluff entró por ahí, con la cara larga y las orejas caídas. Arrastraba la cola, y Obadt se la pisó sin querer.

     Fluff lanzó un chillido medio de dolor, medio de frustración.

     - Uy, perdón – Se disculpó el murciélago.

     Ella le devolvió una mirada de odio, acariciando su cola.

    - Voy a revolver un poco de tierra – Balbuceó tomando una pala que descansaba sobre la pared – Eso siempre me hace sentir mejor.

    Bajó por una escalera de caracol hasta un nivel donde el suelo estaba cubierto de tierra oscura y cientos de hongos jugosos de diversas formas y tamaños. Revolver la tierra era bueno para los hongos y por alguna razón le ayudaba a relajarse.

     Durante los últimos meses había revuelto demasiado, recordar eso le desanimaba. Todos sus planes fracasaban. Algunos incluso antes de empezar.

     - No, no es por mi culpa – Gruñó, removiendo la tierra con más furia – Mis planes son brillante, yo soy brillante – Sin darse cuenta empezó a cavar un pozo – es por la mala suerte – Murmuraba, lanzando tierra a todas partes – Eso debe ser, el universo me odia ¿pero sabes que, sabes qué? Al diablo con el universo ¡También le enseñare!

     La punta de la pala impactó contra una roca con tanta fuerza que a Fluff le temblaron los dientes.

     Desde la escalera Obadt la vio arrojar la pala a la oscuridad del túnel.

     - Y… ¿Cuál era el plan?

     Fluff aplastó con su bota un pequeño champiñón que curiosamente se parecía a la cabeza de Obadt. Se giró hacia él. Le temblaba un parpado.

    - El plan… - Suspiró para calmarse – El plan ya no importa, lo arruinaste.

    - ¿Yo?

     - ¡Sí! Porque no prestaste atención al plan, y aun cuando podíamos manejarlo no le disparaste a esos tipos. Estabas muy ocupado papando moscas o tartamudeando.

     Obadt se puso rígido.

     - Y-yo no voy a dispararle a nadie, yo…

     - ¡No dispararle a ellos directamente! – Dijo Fluff como si fuera algo obvio – Solo un disparo de advertencia, para que se asustaran y no lanzaran ese panal de abejas. Entonces la bicicleta en llamas no hubiera aterrizado sobre la ballena inflable y ese mimo no hubiera saltado dentro del estofado.

     Obadt se le quedó mirando con la boca entreabierta.

     - ¿Qué? ¿Cuándo pasó…?

     - ¡Lo sabrías si estuvieras más centrado y menos asustado! – Le arrojó un puñado de tierra, que Obadt detuvo interponiendo un ala.

     Fluff subió de vuelta por la escalera sin mirar a su compañero a la cara. Obadt la siguió.

     - Lo siento.

     - No, no lo sientes – Replicó ella.

     - Sí que lo…

     - ¡Yo voy a hacer que lo sientas! – Gruñó Fluff, sentándose sobre la mesa que estaba en mitad de la sala y rompiendo una bolsa donde habían champiñones marrones y blancos. Se metió uno en la boca y lo masticó con furia.

     - ¿Sabes lo que eres tú? – Le preguntó a Obadt con la boca llena. Él estaba parado frente a ella, mirando al suelo con los hombros hundidos y frotándose las manos con arrepentimiento.

     - Ummh… ¿un bicho raro que se escapó de un laboratorio?

     - Sí, pero también eres un arma. Eso es lo que decían las noticias. Un arma biológica táctica no sé qué cosa. El ejército te busca, el Rey-Presidente en persona puso una recompensa millonaria por entregarte vivo.

     - ¿Me vas a entregar? – Balbuceó Obadt como si estuviera a punto de llorar.

     - No. ¿Y sabes porque no? – No esperó a que contestara – Porque yo voy a dominar el mundo algún día y te necesito para conseguirlo. Podría hacerlo sola pero soy tan buena persona que decidí ocultarte aquí, en mi casa.

    - G-gracias – Respondió el otro en un hilito de voz.

    - Pero si no me ayudas yo no te ayudaré, entonces volverás allá arriba y ya vamos a ver quién más tiene el valor de acercarse a ti – Dijo con dureza.

    - No, por favor… - Balbuceó Obadt, dejándose caer de rodillas – No me dejes solo. Todos me temen o me odian.

     Fluff sonrió bajándose de la mesa. Se acercó al murciélago y apoyó sus pequeñas manos sobre las mejillas blancas de Obadt. Lo miró de manera conciliadora. Podía sentir el calor que irradiaba ese ojo antinatural.

    - Entonces jura que no volverás a fallarme – Dijo suavemente.

    - Lo juro – Respondió él, mirándola a los ojos.

    - Júralo por tu madre.

    - No tengo una.

    - ¡Entonces por lo que sea que tenga valor para ti!

    Obadt se puso de pie y sacó de su bolsillo unos lentes de marcos cuadrados.

    - Lo juro por estos lentes.

    Fluff alzó una ceja.

    - No entiendo porque llevas eso a todas partes. Ni siquiera puedes usarlos.

    - Lo sé, ¿No es gracioso? – Dijo colocándose los lentes. Sobre su rostro ciclópeo y sin nariz visible el accesorio no quedaba nada bien – Además es un tesoro de la infancia. Sirve como juramento.

 

     El día siguiente y el siguiente a ese Fluff se la pasó dando vuelvas en círculos, comiendo hongos y pensando en voz alta, trazando planes para luego destrozarlos y hacerlos otra vez. Obadt, colgado bocabajo de una tubería sobre el techo la miraba y comía unos champiñones de una bolsa de papel. Estaba por comerse uno verde con lunares morados.

     - No te comas ese. Es de los malos – Le advirtió Fluff mirándole de reojo.

Obadt lo dejó caer sobre la mesa.

     - ¿Te quedaste sin ideas? – Le preguntó.

     - ¿Sin ideas? ¡Tengo demasiadas! Tantas que no sé por dónde ir.

     Comenzó a pensar en voz alta de nuevo:

     - A ver Fluff, empecemos otra vez, desde el principio. Objetivo: dominar el mundo. Para dominar el mundo hace falta poder, para tener poder hacer falta…

     - ¿Dinero? – Preguntó Obadt.

    Fluff se volteó para mirarlo.

     - Iba a decir “más lindura”, pero dinero también es bueno. Ahora que lo pienso, no tengo nada de dinero. Si lo tuviera eso sería mucho poder si se suma a mi lindura... Además, si le robo el poder del dinero al gobierno no solo tendría más poder yo, sino que le quitaría poder a ellos, se volverían más vulnerables.

     Los ojos se le iluminaron.

Nuevamente vuelvo a subir esta versión de solo lectura.
Escritor :iconrolimer:

English version: Fluff conquer the world Chapter 1-Read Only
© 2017 - 2024 Paumol
Comments2
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In
PandiUnicorneo's avatar
Waaa esta muy buena la historia me hizo imaginar cada momento hehehe incluso las chistosas !!!!!xD 😻😻😻